miércoles, 12 de agosto de 2009

La elegancia del erizo de Muriel Barbery


La elegancia del erizo, Muriel Barbery, Seix Barral, 2008, 17ª edición
En este libro desde sus primeras páginas “nos construimos” mediante la aparición de sus personajes, los tres principales ( Renée, Paloma y Kakuro) y el resto de secundarios, sin salir apenas de un inmueble burgués de París. A la vez que lo leía he compartido con sus personajes inquietudes, miedos, alegrías y me he cuestionado como persona, no en vano su autora es profesora de filosofía. Ciertas digresiones, que ralentizan la lectura, se ven compensadas por reflexiones y mensajes que nos ayudan a crecer como personas. No quiero desvelar nada de la historia para que la disfrutéis a medida que avanza el libro y se teje la tela de relaciones entre sus personajes.
Encontramos dos libros en uno, solo tenemos que leer su índice y hacernos una idea, no es nada convencional: cinco partes con un número variable de “capítulos” en cada una de ellas.
La experiencia vital de Renée le hace pensar cosas como estas:
“No tengo hijos, no veo la televisión y no creo en Dios, todas estas sendas que recorren los hombre para que la vida les sea más fácil.” Y las justifica inteligentemente en todo un párrafo. (p. 193)
La sensibilidad de Paloma la lleva a pensar lo siguiente:
“Es la primera vez que conozco a alguien que busca a la gente y ve más allá de las apariencias(…)Nunca vemos más allá de nuestras certezas y, lo que es más grave todavía, hemos renunciado a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin reconocernos en esos espejos permanentes” (p. 159)
“Hay que vivir con la certeza de que envejeceremos y que no será algo bonito, ni bueno, ni alegre. Y decirse que lo que importa es el ahora: construir, ahora, algo, a toda costa, con todas nuestras fuerzas. Tener siempre en mente la residencia de ancianos para superarse cada día, para hacer que cada día sea imperecedero (…) Para eso sirve el futuro: para construir el presente con verdaderos proyectos de seres vivos.” (p.142)
Y , por supuesto, al leerlo encontraréis la explicación de la imagen del título “la elegancia del erizo”.