sábado, 20 de febrero de 2010

Mamá dijo "me voy a la cama"

No me canso de ponerlo. A ver si alguna persona se da por aludida y hace feliz a quien tiene a su lado. Poquito a poco se anda el camino.

martes, 16 de febrero de 2010

Los hombres-bonsai

Por si no habéis tenido la oportunidad de escuchar el correo que recibió Fernando Alvárez, el creador del blog "La hora del lector" aquí os lo enlazo. Disfrutad y reflexionad... Los hombres-bonsai

martes, 9 de febrero de 2010

Collejeros "Adictos al libro"

Antes de las uvas, tuve la oportunidad de reírme con este "sketch" de José Mota, lo borda el mocico. Espero que lo disfrutéis si no lo habéis visto.

jueves, 4 de febrero de 2010

Aprender a vivir


Fragmentos del artículo “Aprender a vivir” de JA. Marina
"(...)
Creo que la educación –tal como yo la entiendo– desempeña tres funciones principales. La primera es reducir la influencia de la suerte. Lo que intentamos con la educación –y, sobre todo, con el derecho a la educación– es procurar de alguna manera compensar las desigualdades (sociales, físicas, de salud, etc.) que la fortuna introduce en los seres humanos. La segunda función de la educación consiste en ayudar a la felicidad individual. La educación tiene por objetivo la felicidad; hay que tener en cuenta que la cultura, el trabajo, etc. valdrán en la medida en la que sirvan para la felicidad. Finalmente, la educación persigue facilitar la felicidad colectiva –conocida también como "justicia"– de las sociedades.

El único recurso que tenemos para la educación es desarrollar la inteligencia de nuestros niños. Ahora bien, ¿a qué me refiero cuando hablo de inteligencia? Una tradición muy brillante, pero fragmentaria, nos ha metido en un callejón sin salida, incluida la familia. Hemos dicho –y todavía se sigue diciendo en las universidades– que la función principal de la inteligencia es conocer, y que su culminación es la ciencia. Con ello, lo que queremos es que nuestros niños sean unos científicos sietemesinos, excluyendo de la inteligencia todo el campo de los sentimientos. De este modo, los sentimientos son una cosa que nos zarandea, que nos perturba y que, sobre todo, no se puede educar.

Sin embargo, creo firmemente que los sentimientos se pueden educar.(…)

Ahora bien, ¿se puede realmente aprender a vivir? ¿Quién lo debe hacer? ¿Cuándo lo debe hacer? ¿Cómo lo debe hacer? Puntualizaré que, cuando digo "aprender a vivir", no me refiero a ese proceso espontáneo que empieza con la fecundación y después continúa. Yo me refiero a vivir bien. Vivir bien es lo que merece ser cuidadosamente estudiado, y significa fundamentalmente tres cosas: que los niños sean sanos, que los niños tengan recursos suficientes para ser felices y que los niños tengan recursos suficientes para ser buenas personas. (..)
También conviene tener muy presente lo siguiente. Así como es verdad que hay muchísimas familias que se desentienden de la educación de sus hijos, hay otra gran cantidad obsesionada con ella. En este sentido, como la madre trabaje, su culpabilización va a resultar casi inevitable, lo cual no es justo, porque las influencias son mucho más complejas. Por ejemplo, podemos decir que, a partir de los 13 ó 14 años, la influencia educativa de los padres es prácticamente nula; en la escuela todavía podemos ejercer alguna, pero lo que influye a esa edad sobre los chicos y chicas es el grupo en el que están. A partir de cierta edad, tan importante como preguntar por las notas de nuestros hijos es hacerlo por las notas de los amigos de nuestros hijos. Ese elemento va a ejercer muchísima más influencia en los hijos que lo que se les pueda decir como padres. También por este motivo hay que tener muchas vías de acción abiertas: unas directas sobre el niño y sobre el grupo, otras indirectas –hasta donde podamos– sobre las formas de cultura que el niño tenga alrededor, etc.(…)"